domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Qué es lo que incomoda al feminismo liberal? (III)

La campaña de odio a la vida sabía dónde apuntaba, y ha logrado que el común de las mujeres no quiera tener hijos ni sientan que tener un hijo o desarrollar su maternidad espiritual sea lo más grande que puedan hacer en la vida. Porque ser una brillante médica, abogada, o científica no nos realiza como mujer, o no le agrega nada a nuestro “ser mujer”. Nuestro mundo es seco y violento por la ausencia de la maternidad espiritual, por la ausencia de la mujer en el orden social ocupándose del otro. Hoy la mujer (que no es femenina) está “en todos lados” pero ocupada de sí misma, realizándose “a lo varón”, porque es lo que la revolución nos impuso. Hoy, al inicio del siglo XXI, en lugar de restaurar las heridas cometidas por errores pasados, la revolución impuso venderle a la mujer la idea de que (por los abusos reales del poder masculino) debía rebelarse contra el varón, dando un portazo al hogar. Ser autónoma, independiente, autosuficiente, manejando libremente su propio cuerpo a través de la liberación sexual e incluso tener el manejo de la reproducción. Venderle que la maternidad era lo peor que le podía pasar. Como siglos atrás en el Paraíso, Satán le susurró al oído que hasta podría elegir si quisiese un varón para engendrar un hijo. Si no, lo haría comprando el semen y llevándolo a una fría y esterilizada probeta de laboratorio. Cabe preguntarse: ¿Por qué la revolución le vende todo esto a la mujer y la mujer se lo “compra”?

Porque la revolución primero logró que todo lo que es propio de la naturaleza femenina: la virginidad (como símbolo de la pureza), la maternidad (como la que es capaz de engendrar la vida y alimentarla luego), la esposa (como símbolo de la entrega incondicional y de la fidelidad), la educación de los hijos ( y por ende la de los usos y las costumbres de la sociedad es decir la maternidad espiritual), la presencia en el hogar (que era el mejor lugar para refugiarse después de la jornada), todo esto se ha socialmente desprestigiado, des jerarquizado y despreciado...

Por todo lo cual es lógica y entendible la reacción en contra de la mujer en una sociedad en donde no tiene lugar su femineidad. Por el contrario la revolución después le impone la inserción en la sociedad al exclusivo “modo masculino” (ejecutivo, empresario, profesional siempre exitoso). Le presenta la fama, el poder como un logro. Puede y está demostrando que puede hacerlo, y muy bien, pero no por eso se “realiza” como mujer. 

Nadie duda que la mujer tenga capacidad más que suficiente para ser una excelente arquitecta, médica, o para desarrollar una brillante carrera científica. Sólo que el trágico final de tanta autonomía e independencia de la mujer es una pendiente que termina yendo en contra del orden natural. Y como dijo Jean Marie Vaissière “desde que las mujeres hacen lo que los hombres hacían... ya nadie hace lo que sólo ellas sabían hacer, y se ve la educación de los hombres corromper”...

La autonomía femenina que parece a veces ser tan inofensiva, puede comenzar con el desorden de salir a bailar entre “mis” amigas por la noche, seguir por decidir ir a estudiar inglés a Estados Unidos y a mi novio ni le consulto porque es “mi” vida, son “mis”planes y “mis” proyectos y... y con el paso de los años la secuencia puede terminar en ... “me hice un aborto sin consultarle a mi marido porque es “mi” cuerpo, “yo”decido y este tercer hijo “yo” no lo quería”...

Y este derrumbe en contra de lo mandado por Dios es lo que puede llevar a un hombre a quebrarse ante un sacerdote y decirle: “Padre, mi mujer acaba de matar a nuestro tercer hijo sin consultarme porque decidió que era “su” cuerpo y podía decidir por él. Mi mujer mató a mi tercer hijo tercer hijo manteniéndome al margen de su decisión... Es tal el rechazo que me genera que ya no puedo ni ponerle una mano encima”...

No hay comentarios:

Publicar un comentario