lunes, 19 de diciembre de 2011

Chesterton, hoy.

Copio: "La Navidad, que en el siglo XVII tuvo que ser rescatada de la tristeza, tiene que ser rescatada en el siglo XX de la frivolidad, que es el intento de alegrarse sin nada de lo que alegrarse. Que se nos diga que nos alegremos el día de Navidad es razonable e inteligente, pero solo si se entiende lo que el mismo nombre de la fiesta significa. Que se nos diga que nos alegremos el 25 de diciembre es como si alguien  nos dijera que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana. Uno no puede alegrarse así, de repente, a no ser que crea que existe una razón seria para estar alegre. 
Un hombre podría organizar una fiesta si hubiera heredado una fortuna; incluso podría hacer bromas sobre la fortuna. Pero no haría nada de eso si la fortuna fuera una broma. No se puede montar una juerga para celebrar un milagro del que se sabe que es falso. Al desechar el aspecto divino de la Navidad y exigir solo el humano, se está pidiendo demasiado a la naturaleza humana. Se está pidiendo a los ciudadanos que iluminen la ciudad por una victoria que no ha tenido lugar". No debo añadir nada sino aclarar que cito de un libro de Ayllón: "Ciudadano Chesterton, una Antropología escandalosa" (Ed Palabra, Madrid 2011)

domingo, 18 de septiembre de 2011

Relativismo y libertad religiosa

“El relativismo y el secularismo niegan dos aspectos fundamentales del fenómeno religioso, y por tanto del derecho a la libertad religiosa, que en cambio exigen respeto: las dimensiones trascendente y social de la religión, en los que la persona humana intenta ligarse, por así decirlo, a la realidad que la supera y que la rodea, según los dictámenes de su propia conciencia" Mons.Dominique Mamberti en la Cumbre Europea organizada por la Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa (OSCE), sobre la discriminación de los cristianos, este mes en Roma.

lunes, 6 de junio de 2011

Redescubrir la conciencia

"La calidad de la democracia, dependen en buena parte de este punto "crítico" que es la conciencia, de cómo es comprendida y de cuánto se invierte en su formación. Si la conciencia, según el pensamiento moderno más en boga, se reduce al ámbito de lo subjetivo, al que se relegan la religión y la moral, la crisis de occidente no tiene remedio y Europa está destinada a la involución. En cambio, si la conciencia vuelve a descubrirse como lugar de escucha de la verdad y del bien, lugar de la responsabilidad ante Dios y los hermanos en humanidad, que es la fuerza contra cualquier dictadura, entonces hay esperanza de futuro".
Palabras de Benedicto XVI al mundo de la cultura en Croacia, recientemente.

viernes, 27 de mayo de 2011

La sabiduría de la fe

"En ese sentido, entonces, lo que llamamos sobrenatural sería lo más natural del mundo: Dios, el cielo, los ángeles no son sino las formas en que el Misterio y el exceso del don nos han sido entregadas. El lenguaje hermoso y los mitos son una gramática mítica —en expresión de Tolkien— con la que contar o, más exactamente, dar cuenta de lo primigenio. Y lo primigenio es que, por más que nos pese, no somos autosuficientes, y nuestra razón no puede soportar el peso de tanta verdad como la que contiene un relato apasionante. Hemos cometido un error lógico: perder el sentido común de mirar el mundo con los ojos de los primeros habitantes de esta tierra, y hemos aspirado a poseerlo encerrándolo en nuestras pobres y pequeñas cabecitas, como si el milagro pudiese prescindir de la colaboración voluntaria de cada uno: de eso que llamamos fe, y que no es sino la permanencia de la infinita sabiduría del niño que todos fuimos; que también Stephen Hawking fue.
Para alguien acostumbrado a mirar las estrellas, quizá, la contemplación del cosmos como don milagroso podría ser un primer paso hacia una suerte de voluntaria suspensión de la incredulidad. Más allá, sólo el don abrazado libremente es capaz de transformar la mirada en el asombro del niño, el único realmente sabio: porque el niño es capaz de quedar, una y otra vez, encantado, incorporado al canto eterno que resuena como el eco de una risa atronadora y feliz. ¿Cuentos de hadas? Por supuesto que sí: relatos acerca de una certeza prestada, que nos reincorporan a la música arcana que no cesa de adquirir nuevas cadencias. La sinfonía aún resuena y se desarrolla en matices infinitos, y la clave en que fue compuesta se llama esperanza".
Tomado de Eduardo Sgura: El asombro como principio del conocimiento. www.temas.cl/?p=11182

miércoles, 23 de marzo de 2011

Este blog se adelantó

El 18 de marzo se presentó en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la iniciativa del Pontificio Consejo de la Cultura conocida como "el Patio de los Gentiles". Dos días de encuentro y de diálogo entre creyentes y no creyentes en París (24-25 de marzo). El cardenal Ravasi explicó que "a petición del Papa Benedicto XVI, la Iglesia ha decidido embarcarse en una nueva etapa de diálogo, intercambio y acciones conjuntas entre creyentes y no creyentes, encomendada al Pontificio Consejo de la Cultura".

Estaremos atentos a cuanto se diga desde ese foro.

martes, 1 de febrero de 2011

Unidad de vida

Hoy que es tan frecuente una cierta esquizofrenia, sobre todo en la vida social y pública, han de recordar  los cristianos una cualidad importante de su vida: lo que suele llamarse coherencia y que es más: es unidad de vida. Concretamente, no tendría sentido decir de una persona que es "buen cristiano" porque es un cumplidor de los preceptos de la Ley de Dios, pero no vive la justicia con sus subordinados, o no cumple con su trabajo, etc., pues la persona humana en sus distintos niveles, se articula orgánicamente: las virtudes morales no se pueden considerar aisladamente, todas están conectadas, porque todas participan de la prudencia y se desarrollan en armonía con ésta (es más, cada virtud hace al hombre bueno en absoluto y no sólo bajo cierto aspecto); y, desde el punto de vista cristiano, participan de la caridad (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1827). En nuestros días, los católicos, que deseamos a un "buen católico" gobernándonos, lo queremos por su coherencia -supuestos todos los defectos que pueda tener- y por la intrínseca unidad de su vida, que no hace tabla raza de sus convicciones cuando le toca plantear alternativas para la vida pública. Distingue entre la opinión y la convicción, y no pretende guardar sus convicciones para la vida íntima o personal porque sabe que estas tienen un grado de realidad mayor que las opiniones: estas son hijas de la razón en busca de la verdad y aquellas lo son de la verdad misma (la ley natural incluida). El llamado pensamiento débil  rechaza esta distinción porque no admite una realidad objetiva: todo depende de los gustos, preferencias, opciones, opiniones, etc. El Bien común, para el pensamiento débil, es o una utopía o simplemente está cargado de "promesas" electorales cobijadas en un concepto de democracia aguado.

miércoles, 19 de enero de 2011

El mundo necesita estas palabras

 "Quisiera reafirmar con fuerza que la religión no constituye un problema para la sociedad, no es un factor de perturbación o de conflicto. Quisiera repetir que la Iglesia no busca privilegios, ni quiere intervenir en cuestiones extrañas a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad. Invito a cada uno a reconocer la gran lección de la historia: "¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones. También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad".

Discurso de Benedicto XVI al Cuerpo diplomático, enero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

Un discurso revelador

Acabo de leer el discurso de MVLL. Aunque he tomado distancia y tiempo para evitar las emociones y los inciensos gastados por muchos en su momento, debo aún pensarlo. Sin embargo, la primera impresión lúcida e inequívoca, susceptible de matices posteriores, es la de encontrarme ante un hombre al que le hace falta solamente reconocer su dependencia del Otro.

Sus constantes, permanentes, solipsismos se explican por esa carencia. Su discurso es, a la vez,  el intento de explicación de la totalidad de la realidad a través del “mundo de Llosa”. Su mejor momento, el del reconocimiento de pertenecer a la raza de los que ignoran la trascendencia porque han optado por dudar ontológicamente de ella y de sus consecuencias. Desde ese reconocimiento es posible entender al hombre aún niño que se refugia en la ficción literaria -grande, más aún, soberana- para no sucumbir a tanto agravio de la vida real. Quienes lo escuchan con una admiración acrítica se identifican de inmediato con él ya que sólo es posible estar plenamente de acuerdo con sus asertos si se comulga con su desesperanza de la realidad y el peligro de cinismo resultante.

Se entiende así la genérica referencia a la religión -en ocasiones, las religiones- como monstruos malditos equiparables a las ideologías y a los autoritarismos. La religión es un peligro para quien la conceptúa como una realidad puramente cultural, mudable según los recursos de cada generación y sin embargo despóticamente absolutizada por fuerzas ciegas e ingobernables, enemigas de la “libertad” humana, de la autonomía moral del hombre que debe regir sus destinos con absoluta independencia de toda tutela. Sólo reconociendo, pues, la independencia de cualquier Otro seríamos merecedores, según este discurso, de la auténtica condición humana cantada por MVLL en Estocolmo, el día de su entronización en el Olimpo.