miércoles, 10 de febrero de 2021

Crisis de paternidad

 "La paternidad humana puede dar una idea de lo que él (Dios) es. Pero donde ya no hay paternidad, donde ya no se siente la paternidad humana, ni como fenómeno puramente biológico, ni mucho menos como fenómeno humano y espiritual, también resulta vacío lo que diga Dios como Padre. Donde desaparece la paternidad humana, tampoco se puede pensar en Dios ni hablar de Él. No es Dios el que está muerto; es el presupuesto para que Dios viva en el mundo lo que ha ido muriendo cada vez más en el hombre. La crisis de paternidad que vivimos forma parte de la crisis de la humanidad que nos amenaza. Donde quiera que la paternidad se muestre solo como accidente biológico, que no reclama al hombre, o bien como tiranía que hay que sacudir, allí se ha producido una lesión en la constitución básica del ser humano. Para la integridad del ser humano se precisa del padre en el verdadero sentido en que se ha manifestado por la fe: como responsabilidad para el otro". Joseph Ratzinger, El Dios de los cristianos, p. 632



domingo, 7 de febrero de 2021

El triunfo de la cruz

 "La crisis de nuestro tiempo depende principalmente del hecho de que se nos quiere hacer creer que se puede llegar a ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y la fatiga de la superación, que no es necesario el sacrificio de mantener los compromisos aceptados, ni el esfuerzo para sufrir con paciencia la tensión de lo que se debería ser y lo que efectivamente se es. Un hombre que sea privado de toda fatiga y transportado a la tierra prometida de sus sueños, pierde su autenticidad y su mismidad. El realidad el hombre no es salvado sino a través de la cruz y la aceptación de los propios sufrimientos y de los sufrimientos del mundo, que encuentran su sentido liberador en la pasión de Dios. Solamente así el hombre llegará a ser libre"


Joseph Ratzinger: Por qué permanezco en la Iglesia, p. 615

lunes, 1 de febrero de 2021

Fe y Futuro

 

            El siguiente es un texto de Joseph Ratzinger acerca del anclaje de la fe como disposición de la                inteligencia y la filosofía como disciplina común del pensamiento. En el actual panorama de la              


cultura parece que cada vez menos se facilita pensar la fe, necesidad de una antropología                        cristiana, para la cual la libertad es un imperativo para una visión de fe.

 

“El dilema en que hoy se encuentra la fe cristiana tiene múltiples motivos. Pero uno de los más importantes consiste en que la fe se encuentra abandonada por la filosofía y por eso se ve repentinamente, por así decirlo, colgada en el vacío. En la antigüedad y en la edad media la fe se facilitaba al hombre porque la filosofía le ofrecía una imagen del mundo en que esta fe podía ocupar su puesto con todo sentido. Incluso en la incipiente edad moderna la filosofía creó una especie de campo de tránsito entre las ciencias exactas, en las que, por método, Dios ha de ser puesto entre paréntesis, y el auténtico ámbito de la fe. A pesar de determinadas diferencias, había aún un material básico para una metafísica común, casi universalmente reconocida, que hablaba de Dios como creador de todas las cosas, como el fundamento intelectual y planificador del universo y así aseguraba en el pensamiento una base adecuada a la concepción de un Dios que habla y se revela.

            A partir de Kant esta nueva unidad del pensamiento filosofante se ha resquebrajado cada vez más, y, antes que nada, ha desaparecido casi totalmente la confiada certeza de que el hombre pudiese, de una forma fundadamente convincente, tantear tras los dominios de la física en busca del ser de las cosas y de su fundamento. Naturalmente, hubo y hay siempre, antes como ahora, pensadores que consideran posible tal metafísica, que frente a Kant y sus sucesores, quieren garantizarle un espacio en la conciencia humana. Pero hay algo que incluso estos pensadores no pueden ya anular: sus puntos de vista ya no son sencillamente “la filosofía” que todo el mundo acepta como tal, y que se puede presuponer por tanto para todo lo ulterior; de hecho, su pensamiento ofrece una filosofía junto a otras filosofías, y esto la desvaloriza considerablemente para quien busca ahí su apoyo. Incluso donde se prosigue la metafísica, no se puede restablecer la situación de otro tiempo. Ya no se da una filosofía sino sólo filosofías. Y así, la aceptación de una sola filosofía ya no es un consentimiento que sea posesión general del espíritu humano, sino que es una opción; opción que se puede fundamentar, pero que toma posición frente a otras situaciones igualmente fundables. Por tanto, la fe ya no puede anclarse fija y seguramente en ninguna parte dentro del ámbito del pensamiento humano; si hace tal intento, se agarra al vacío”. Joseph Ratzinger, Fe y futuro, p. 506