Lo
primero en la persona humana no es dar amor, sino aceptarlo; en este caso, aceptarse como amante; aceptar el
amor que uno es; aceptar ese don. El dar es segundo tras haberse
aceptado. En el fondo se trata de aceptarse
como la persona que se es. Si uno se acepta, acepta ser hijo, porque
el don que como persona se es se le ha otorgado de modo personal. Persona y
amor son equivalentes. Reconocerse como hijo equivale a no querer personalmente
dejar de serlo nunca, a no dejar de amar. Si el don es perpetuo, uno no debe dejar de ser hijo jamás, a menos que quiera
dejar de ser persona.
(Tomado de Sallés: Antropología para inconformes)