miércoles, 19 de enero de 2011

El mundo necesita estas palabras

 "Quisiera reafirmar con fuerza que la religión no constituye un problema para la sociedad, no es un factor de perturbación o de conflicto. Quisiera repetir que la Iglesia no busca privilegios, ni quiere intervenir en cuestiones extrañas a su misión, sino simplemente cumplirla con libertad. Invito a cada uno a reconocer la gran lección de la historia: "¿Cómo negar la aportación de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? La búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Las comunidades cristianas, con su patrimonio de valores y principios, han contribuido mucho a que las personas y los pueblos hayan tomado conciencia de su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de instituciones democráticas y a la afirmación de los derechos del hombre con sus respectivas obligaciones. También hoy, en una sociedad cada vez más globalizada, los cristianos están llamados a dar su aportación preciosa al fatigoso y apasionante compromiso por la justicia, al desarrollo humano integral y a la recta ordenación de las realidades humanas, no sólo con un compromiso civil, económico y político responsable, sino también con el testimonio de su propia fe y caridad".

Discurso de Benedicto XVI al Cuerpo diplomático, enero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

Un discurso revelador

Acabo de leer el discurso de MVLL. Aunque he tomado distancia y tiempo para evitar las emociones y los inciensos gastados por muchos en su momento, debo aún pensarlo. Sin embargo, la primera impresión lúcida e inequívoca, susceptible de matices posteriores, es la de encontrarme ante un hombre al que le hace falta solamente reconocer su dependencia del Otro.

Sus constantes, permanentes, solipsismos se explican por esa carencia. Su discurso es, a la vez,  el intento de explicación de la totalidad de la realidad a través del “mundo de Llosa”. Su mejor momento, el del reconocimiento de pertenecer a la raza de los que ignoran la trascendencia porque han optado por dudar ontológicamente de ella y de sus consecuencias. Desde ese reconocimiento es posible entender al hombre aún niño que se refugia en la ficción literaria -grande, más aún, soberana- para no sucumbir a tanto agravio de la vida real. Quienes lo escuchan con una admiración acrítica se identifican de inmediato con él ya que sólo es posible estar plenamente de acuerdo con sus asertos si se comulga con su desesperanza de la realidad y el peligro de cinismo resultante.

Se entiende así la genérica referencia a la religión -en ocasiones, las religiones- como monstruos malditos equiparables a las ideologías y a los autoritarismos. La religión es un peligro para quien la conceptúa como una realidad puramente cultural, mudable según los recursos de cada generación y sin embargo despóticamente absolutizada por fuerzas ciegas e ingobernables, enemigas de la “libertad” humana, de la autonomía moral del hombre que debe regir sus destinos con absoluta independencia de toda tutela. Sólo reconociendo, pues, la independencia de cualquier Otro seríamos merecedores, según este discurso, de la auténtica condición humana cantada por MVLL en Estocolmo, el día de su entronización en el Olimpo.