“A aquellos que se han dejado
seducir por los partidarios de la violencia y que, después de haberles seguido
sin consideración alguna, empiezan por fin a despertarse de su ilusión,
consternados al ver hasta dónde les ha llevado su docilidad servil: no existe
otro camino de salvación que repudiar definitivamente la idolatría de los
nacionalismos absolutos, los orgullos de estirpe y de sangre, las codicias de
hegemonía de los bienes terrenos, y volverse con resolución hacia el espíritu
de serena fraternidad, que se erige en el culto divino del Padre divino de
todos los hombres, y en el cual las nociones, desde hace mucho tiempo opuestas,
de derechos y deberes, de ventajas e inconvenientes, armonizan en la justicia y
en la caridad”. (Alocución de Pio XII, 5 de marzo de 1945).