jueves, 16 de julio de 2015

Un mundo multicolor

Desde la perspectiva de la fe, el mundo de hoy es un mundo multicolor. La cantidad de la información que se ofrece a los lectores y consumidores de medios es tal que difícilmente puede ser absorbida por una inteligencia corriente. Esta saturación tiene también sus consecuencias en el ámbito más personal de la fe. El relativismo del que ha impregnado toda la cultura (la popular, la clásica, la intelectual, la artística) ha terminado por hacer que la fe sea un artículo de lujo.

Quien tiene una fe definida podría muy bien ser ahora un revolucionario; pero las cosas van por otro sitio. Las minorías han consolidado su puesto social y ahora ser mayoría numérica no sirve ni para el voto ciudadano en unas elecciones políticas. Hay que ser minoría. Tal vez es una forma de revancha social y cultural, a la que se ha añadido la sinrazón del que no quiere dialogar porque quiere tenerlo ya todo ganado. Pero una cosa es querer y otra cosas es ser. Ser ganador exige haber ganado. Los que ahora se muestran intransigentes e intolerantes con los que tienen fe deberán caer en la cuenta en algún momento de que una sosa es desear tener la razón y otra muy distinta es tenerla.

Para tenerla en esta caso hay que usar de la violencia. Siempre fue así. Los mongoles, los vikingos, los celtas, los incas...y un largo etcétera, para triunfar debieron vencer violentamente. Y al final la historia no les dio la razón. Parecía que triunfaban pero solo avasallaban. La intolerancia de los que proponen la cultura de la muerte (la ideología de género, la anti vida, la descomposición social anti familia, el laicismo, la teoría del nuevo orden mundial) no tiene salida real.

Pero para que la haya es necesario que quienes tienen fe la peleen. La impasibilidad, que puede demostrar el error de que basta con tener la razón; el conformismo con la situación de hecho no conseguirá nunca que se llegue a la cultura de la vida y a la civilización del amor. Con el ISIS a las puertas será, además, ya más difícil.