domingo, 25 de noviembre de 2012

El mundo, el hombre y la fe

«El siglo pasado -ha dicho Benedicto XVI recientemente- ha sido testigo de un fuerte proceso de secularismo, en nombre de la autonomía absoluta del hombre, considerado como medida artífice de la realidad».

Se trata de un proceso que ha empobrecido al hombre, según Benedicto XVI, porque al oscurecer «la referencia a Dios, también se oscureció el horizonte ético, para dejar espacio al relativismo». Por lo que un hombre, «separado de Dios, se reduce a una sola dimensión», con un «reduccionismo» que, según el Papa, ha sido una de las causas «fundamentales de los totalitarismos, que han tenido consecuencias trágicas en el siglo pasado, así como de la crisis de valores que vemos en realidad actual».

La respuesta a esta evolución debe darse bajo el signo de la «dulzura» y del «respeto», y pasa necesariamente por tres vías: el mundo, que quiere decir recuperar la «capacidad de contemplar la creación, su belleza, su estructura. El mundo no es un magma informe, pero cuanto más lo conocemos, más descubrimos los mecanismos maravillosos, mejor vemos su diseño, vemos que hay una inteligencia creadora».

En segundo lugar se encuentra el hombre: «en el hombre interior habita la verdad" (True Religion, 39, 72). Este es otro aspecto que corremos el riesgo de perder en el mundo ruidoso y dispersivo en el que vivimos: la capacidad de pararnos y de mirar en lo profundo de nosotros mismos».

Por último, el Papa indicó la vía de la fe, que no es «un mero sistema de creencias y valores», sino «encuentro con Dios que habla y actúa en la historia y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando en nosotros mentalidad, juicios de valor, decisiones y acciones. No es ilusión, fuga de la realidad, cómodo refugio, sentimentalismo -concluyó el Papa-, sino que es participación de toda la vida y es anuncio del Evangelio, la Buena Nueva capaz de liberar a todo el hombre».