jueves, 15 de julio de 2010

Creador y criatura

Me limito a transcribir, debido a su extensión, el comentario de un profesor universitario italiano con motivo de la noticia de la "creación" de vida en laboratorio.
Hace un mes asistimos al debate en los medios de opinión pública, surgido en torno a la noticia, difundida con cierto énfasis en estos medios, acerca de los resultados obtenidos por Craig Venter y su equipo, presentado como la caída del último espacio residual sobre Dios, al afirmar que el hombre, por primera vez, ha podido crear vida en el laboratorio. Más allá del efectivo procedimiento y de los resultados reales del experimento -en este momento ya claros para todos y que consiste en la sustitución de un ADN sintético introducido en el núcleo de una célula viva, bien lejos por tanto de ser creación de vida en cuanto tal- valdría la pena detenerse en la tipología de los comentarios que han acompañado la presentación de la noticia en los periódicos. No pocos diarios titulaban el experimento como el resultado que desbancaba definitivamente a Dios de su condición de creador de la vida, afirmación enfatizada por la presentación de pasajes del libro del Génesis y de una iconografía de impacto, como los frescos de la capilla Sextina. Otros subrayaban la tarea de la ciencia de purificar a la humanidad de supersticiones y de la religión, reconociendo que aunque el presente experimento no podía considerarse una verdadera y propia creación (en realidad el procedimiento es totalmente análogo al cambio del sistema operativo en la computadora), se trata solo de tiempo, en la medida en que la investigación científica estará en condiciones, en cualquier momento, de mostrar que el hombre es capaz de crear la vida en el laboratorio, haciendo superfluo el papel de Dios. Otros comentaristas daban largas a su opinión (son sólo hipótesis, resultados por confirmar, etc.); y otros se apresuraban a alabar el ingenio humano, capaz ya de haber dado origen a la vida junto a otros admirables “descubrimientos”. (…) Sorprende que tantos siglos después, a pesar de la reflexión filosófica de autores que han explicado exhaustivamente que la acción causal de Dios no se encuentra en el mismo plano que la acción causal de los entes finitos (San Alberto Magno o Santo Tomás de Aquino, por poner dos ejemplos), haya todavía quienes piensen que los descubrimiento humanos quiten espacio a Dios, dando testimonio de este modo de que no se ha comprendido el verdadero significado de la palabra “trascendente”. Y sorprende también la escasa capacidad de comprender en qué consisten realmente este u otro resultados científicos, quizá como consecuencia del uso de un lenguaje que no resulta familiar, hacia el cual se manifiesta un preconcebido temor o tal vez una incondicional reverencia. Hace solo siglo y medio, la Biología formaba parte de la “ratio studiorum” de los seminarios, dedicados a la formación del clero, junto a las matemáticas, la astronomía y la química. Valdría la pena tenerlo en cuenta hoy, precisamente en pleno siglo XXI.