jueves, 8 de abril de 2010

La Filosofía de la proclamación del ser I


Hemos llegado a una extraordinaria mansión. Nos fue comunicado que estaban esperando por nosotros y en cuando pudimos, emprendimos el viaje. Casi ni nos hemos enterado: todo ha sido como en un abrir y cerrar de ojos. Pero de pronto, la mansión se ha “materializado” ante nosotros. Conforme nos hemos ido acercando, hemos visto extasiados la enorme extensión de bosques que rodean la finca. Después, hemos recorrido con la mirada lo que debiéramos llamar la fachada de la casa. Pero nos parece inadecuado el término. Se trata más bien de un conjunto de pórticos, patios, torres y alamedas que conducen a diversos espacios armónicos y complementarios. 
¿Cómo describir brevemente lo que, sin embargo considero apresurado calificar? La belleza del conjunto es indescriptible y, sin embargo, es posible medirla y sopesarla. Requerirá, no obstante un tiempo considerable ya que se trata, a mi parecer, de una ardua tarea: los espacios que hay que recorrer, las dimensiones que hay que comprobar, las comparaciones relativas pero reales que hay que establecer…Tal parece que mientras vayamos realizando esta labor iremos descubriendo misterios escondidos que a simple vista no pueden ni siquiera intuirse.

Una pregunta hay que se perfila cada vez más claramente en la inteligencia: quién y qué clase de artista ha diseñado este conjunto. En todo caso, cabe averiguar si se ha tratado más bien de todo un equipo de artistas: diseñadores, arquitectos, ingenieros… Tal vez nunca lo hubiésemos sabido de no haber sido por la irrupción en nuestro espacio de Manuel, el Mayordomo. De improviso, emergió su figura solemne y grave aunque acogedora. Nos saludó. Esperó una explicación de nuestra presencia que, por otro lado, parecía ya conocer. Sonrió mientras buscábamos en la imaginación el mejor modo de entablar la conversación más oportuna. Hasta que dijimos:


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